Aprender a esperar


Existen tres buses que me llevan de mi ciudad a mi ciudad destino. 

De los tres el primero me ayudó en el invierno. El segundo me enseñó a no ser desesperado. El tercero fue la inspiración para este escrito. El tercero me deja la gran lección de lo hermoso que es esperar  que los eventos ocurran. 


El primero me lleva a mi destino a un alto precio. Con ello no quiero decir que no se debe de luchar por las cosas. Mi opinión va de acuerdo a el uso inteligente de los recursos que tienes a mano. ¿Por qué pagar un precio alto para moverte de un lugar a otro? Si puedes tener otra alternativa más económica y con el excedente enfocarlo para otros fines. 


El segundo lo utilicé el día que no llegue a tiempo al primero. En mi ansiedad e impaciencia me llevó a mi destino al precio que la ruta es más extensa, el lugar de transbordo no es tan favorable. Por dentro tuve esa sensación incómoda o desfavorable a causa de mi impaciencia. 


El tercero cuenta con todas las “variables” a tu favor. El tiempo, la ruta, el precio son los indicados. Este lo descubrí una mañana en qué está voz divina susurró en mi mente. “Utilizá este bus”. En mi necedad. Continué utilizando el primero. Hasta que un día me armé de valor y lo abordé. Para mi sorpresa el transbordo tiene dos opciones los cuales me enseñaron nuevamente esta misma lección, puedo tomar la opción “cara” o “económica”. La lección de la vida en este momento para mi es utilizar mis recursos sabiamente y eficientemente. Con poco hacer mucho. 


Para mi alegría tuve encuentro con personas conocidas dentro de la ruta. Que simplemente dibujaron una sonrisa en mi rostro. 


Esta lección quiero la extrapolarla al mundo de las relaciones de pareja y de negocios. Al final la mejor opción es esperar y encontrar aquella persona que va tener el balance en tiempo y recursos. Al final obtenemos una gran bendición y una sonrisa en nuestro rostro por haber elegido la mejor decisión. Esperar. 

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